NUEVA CONSCIENCIA
VIPASSANA:
|
Para el científico que siempre se ha regido por su fe en la fuerza de la razón, la historia tiene un final de pesadilla. Después de escalar las montañas de la ignorancia, está llegando a la cumbre más alta. Y cuando se iza sobre la última peña, es saludado por una legión de teólogos que llevan varios años allí sentados.
Ex director
del Instituto Goddard de Estudios Especiales de la NASA |
![]() Dhamma Neru - España |
Hace alrededor de 2500 años, un hombre llamado Gotama Siddartha,
a quien nosotros conocemos como Buda, descubrió a través de un estado profundo de concentración que
su cuerpo estaba conformado por pequeñísimas partículas que existían
sólo durante una trillonésima de segundo antes de desaparecer, y que
el flujo constante de este devenir de partículas producía la impresión
de solidez para conformar el mundo ilusorio que los orientales denominan
maya.
Gotama llamó a estas pequeñas partículas kalapas1, desarrolló un modelo del funcionamiento
de la mente y enseñó un camino hacia el Nirvana, la liberación
final conocida también como estado búdico, estado crísitico de conciencia
o simplemente iluminación.
Durante el siglo pasado, mediante cálculos e instrumentos
tecnológicos de alta precisión, nuestros científicos han redescubierto
lo mismo, que la materia está compuesta de partículas indivisibles que
surgen y desaparecen a una velocidad de 1022 veces por segundo.
También han observado que estas partículas entran y salen de la existencia
en un flujo constante de vibraciones conformando así todas las cosas
de este mundo ilusorio que los occidentales hemos venido llamando realidad.
Nuestros científicos han denominado a estas pequeñas partículas
cuantums, han sentado las bases de la física cuántica
y ahora ensayan sus primeros modelos de conciencia basados en ella2.
Hablando en términos occidentales, Gotama el Buda
es sin duda el más científico de todos los Maestros ascendidos. El camino
que descubrió al iluminarse a los 35 años y que enseñó compasiva e incansablemente
durante otros 45 antes de ascender a la edad de 80 años, es el más “racional”,
el más “científico” y el más “lógico” de todos los sistemas que nos
han sido legados. Con ello no quiero decir por supuesto que éste sea
el mejor camino, sólo quiero expresar que a pesar de ser considerado
como un sendero tradicionalmente oriental, es quizá el más fácil de
comprender para nuestras mentes occidentales condicionadas por los parámetros
de observación de la realidad antes que por la devoción o por la fe.
Tal como recomienda la primera inscripción del templo de
Delfos, “Conócete a ti mismo”, todo lo que hizo Gotama Siddartha el
Buda fue observar con atención y ecuanimidad total la conciencia humana
a través de su propia conciencia. Es decir, se observó a sí mismo hasta
llegar a conocerse.
A partir de dicha observación desarrolló, entre otras cosas,
un modelo de la mente vista como un proceso que se basa en la
sucesión ininterrumpida de cuatro funciones principales:
1)
consciencia
(viññana): la parte receptora de la mente que se limita a registrar
la ocurrencia de las cosas
2)
percepción
(sañña): la parte evaluadora que juzga el hecho ocurrido, clasificándolo
y juzgándolo como positivo o negativo
3)
sensación
(vedana): la parte que genera una sensación corporal agradable
o desagradable de acuerdo al resultado de la evaluación del hecho.
4)
reacción
(sankhara): la parte que reacciona con aversión o apego en función
de la sensación.
De acuerdo a la observación de Gotama, estas cuatro funciones
mentales son todavía más breves que las efímeras kalapas que
componen la realidad material, de tal suerte que nunca tenemos conciencia
de lo que ocurre cada vez que los sentidos corporales entran en contacto
con alguna cosa. Por ejemplo, si al oído llega el sonido producido por
las palabras “¡Eres un inútil!”, inmediatamente la conciencia registra
el hecho, la percepción clasifica las palabras como algo negativo y
experimentamos una sensación corporal desagradable que nos hace reaccionar
produciendo un sankhara de aversión contra lo que estamos escuchando,
pues deseamos que se detenga eso que nos desagrada; por el contrario,
si escuchamos un halago que la percepción evalúe como algo positivo,
experimentamos una sensación corporal agradable y generamos un sankhara
de agrado deseando más de eso que nos ha producido placer.
La memoria de todos los sankaras que ha producido
una mente se encuentra acumulada en el cuerpo y esta acumulación va
generando reacciones cada vez más marcadas y automáticas, ya que sañña,
la percepción, aprovecha el acervo de experiencias pasadas para evaluar
y clasificar cualquier fenómeno nuevo.
Las reacciones pasadas se convierten en puntos de referencia
con los que tratamos de comprender una experiencia nueva que juzgamos
y clasificamos de acuerdo a nuestros sankharas pasados. Así es
como las reacciones antiguas de codicia y aversión condicionan nuestra
percepción del presente y nos vemos envueltos en un círculo vicioso,
en lo que se conoce como la rueda del Samsara. De tal suerte
que el karma, la verdadera causa del sufrimiento, es producto
de la reacción condicionada de la mente.
Gotama el Buda dijo: “Cualquier sufrimiento que surja,
tiene una reacción por causa. Si todas las reacciones cesan, entonces
no hay más sufrimiento”.3 Entre las herramientas que enseñó a sus
contemporáneos para detener la reacción y alcanzar la liberación, se
encuentra una sencilla y poderosa técnica para desarrollar la capacidad
de contemplar las cosas tal como son. Esta técnica se llama Vipassana
que significa “visión cabal” y consiste en trabajar erosionando poco
a poco las respuestas condicionadas hasta liberar totalmente a la mente.
Un camino racional y paciente.
Para practicar Vipassana sólo hay que observar con atención
y ecuanimidad las sensaciones en todo el cuerpo. Estas sensaciones se
experimentan debido a la infinita variedad de combinaciones de las cualidades
básicas de la materia -masa, cohesión, temperatura y movimiento- que
presentan las partículas subatómicas llamadas kalapas.
Cuando se adquiere la capacidad de observar cualquier sensación
sin reaccionar ante ella, la mente empieza automáticamente a penetrar
más allá de la realidad aparente del dolor hasta alcanzar su naturaleza
sutil que no consiste más que en vibraciones que surgen y desaparecen
a cada instante. Así es como se adquiere la conciencia de que todo tiene un tiempo de duración determinado
pasado el cual se termina y surge algo nuevo. A esta única constante
que es el cambio, se le llama anicha, impermanencia. Cuando finalmente
se experimenta la realidad sutil, la conciencia del anicha permite
vivenciar la inutilidad del apego y se alcanza la liberación del sufrimiento.
Entre las consecuencias secundarias de practicar esta técnica
de meditación se encuentran la relajación mental y la eliminación de
viejos sankharas acumulados.
Al observar objetiva y desapasionadamente cualquier sensación
corporal, mientras no haya ninguna reacción, no se crea ningún sankhara
nuevo y cualquier sankhara viejo que se experimente en forma
de sensación, desaparece. Al momento siguiente otro sankhara
del pasado surge en forma de sensación y si no hay reacción, éste también
desaparece. De esta forma, mientras se observa con atención todo lo
que ocurre manteniendo la ecuanimidad, se permite que las reacciones
acumuladas alcancen una tras otra la superficie de la mente manifestándose
como sensaciones que van siendo gradualmente erradicadas.
Como consecuencia secundaria de aprender a observar las
sensaciones sin reaccionar ante ellas, la mente se reprograma a sí misma
permitiéndose actuar con plena conciencia en lugar de reaccionar automáticamente
frente a los acontecimientos.
Es por ello que todo el esfuerzo se basa en aprender a
no reaccionar, a no producir un nuevo sankhara cuando aparece
la sensación y comienza el desagrado o el agrado. Si hay conciencia
en ese momento efímero y se detiene la reacción, uno se limita a observar
la sensación, ésta no se intensifica hasta transformarse en deseo o
aversión y no se convierte en una emoción intensa que termina por dominar
a la mente conciente, sino que simplemente desaparece.
Aunque al principio esta conciencia se logra sólo por unos
breves instantes, esos momentos son muy poderosos porque ponen en marcha
un proceso inverso, el de la purificación. Y así poco a poco, con la
práctica, los segundos se convierten en minutos y los minutos en horas
hasta que finalmente queda erradicado el viejo hábito de reaccionar
y la mente permanece siempre en paz. Ésta es una forma efectiva en que
puede detenerse el sufrimiento, según lo comprobó Gotama el Buda.
Cuenta una leyenda que la tierra dorada, el territorio
de lo que actualmente es Birmania, fue destinada desde tiempos de Gotama
el Buda a guardar la gema preciada que es el Vipassana manteniendo intacta
su técnica hasta que, después de dos milenios y medio, regresara a la
India para expandirse desde allí a todo el mundo.
Coincidiendo con esta leyenda, fue precisamente el millonario
industrial birmano, N. S. Goenka, quien comenzara a expandir la Vipassana
en 1976. Aquejado de una incurable migraña, después de acudir a las
mejores clínicas de todo el mundo, a este noble hombre le recomendaron
que probara una técnica de meditación que enseñaban algunos maestros
birmanos. Catorce años después, convertido en Maestro de Vipassana,
viajó a India para enseñar esta técnica a sus padres y a un reducido
grupo de amigos suyos, quienes a su vez quisieron que sus propios familiares
recibieran la misma instrucción de Goenka. Y allí comenzó la larga cadena
que ha llevado a diseminar el Vipassana como pólvora por todo el territorio
hindú y que efectivamente ya ha comenzado a expandirse prácticamente
a todo el globo terrestre.
Si uno quiere recibir la instrucción del Vipassana con
toda la fuerza de su pureza, es necesario tomar un curso intensivo de
10 días a cargo de Goenka o alguno de sus Maestros o Maestros Asistentes.
Durante este tiempo, el estudiante vive la vida de un monje ya que por
un lado acepta acatar las normas del curso practicando diversas abstinencias
y por otro, subsiste de la caridad ya que durante todo el periodo de
entrenamiento será alojado, servido y alimentado gracias a la buena
voluntad de otros estudiantes antiguos quienes deseosos de compartir
los beneficios de esta técnica con otros, han donado dinero, tiempo
y esfuerzo para que nuevos cursos sean posibles.
Temporalmente convertido en monje o monja, el estudiante
de Vipassana observa rigurosamente sila (conducta ética), práctica
samadhi (concentración de la mente), y adquiere pañña
(sabiduría).
El Código de Disciplina estipula los cinco preceptos siguientes:
Asimismo
hay que acatar la disciplina, la guía y las instrucciones del profesor,
observar silencio absoluto durante los 10 días (excepto durante las
entrevistas con los profesores o en casos de emergencia), abstenerse
de cualquier contacto físico o visual con los compañeros, conformarse
con la comida vegetariana, privarse de cualquier distracción o contacto
con el exterior, respetar el horario que comienza a las 4 y media de
la mañana y termina a las 9 de la noche, y suspender durante el curso
entero todo tipo de ejercicio y práctica religiosa que normalmente lleve
a cabo.
Los folletos de introducción a la técnica que uno debe
leer antes de inscribirse a un curso aseguran que Vipassana no es:
-Un rito o una liturgia basados en la fe ciega
-Un entretenimiento intelectual o filosófico
-Una cura de reposo, unas vacaciones o un club social
-Una huida de los problemas y las tribulaciones
de la vida diaria
Yo añadiría que tampoco se trata de adherirse a una religión
organizada, ni al culto de la figura o las enseñanzas del Buda, ya que
tanto la técnica como los principios son universalmente aplicables y
yo, como cristiana practicante que soy, no he encontrado nada que contravenga
o menoscabe mis creencias, sino por el contrario, las he visto fortalecidas
al comprobar que aunque los caminos sean diferentes, la meta es una
y la misma.
Cada individuo es un universo distinto al otro en función
de los diversos factores que conforman su trayectoria vital. Es por
ello que durante un curso de Vipassana, aunque suele haber bastantes
cosas en común, lo que cada persona experimenta puede tener pocas coincidencias
o diferir completamente de lo que a continuación me propongo relatar,
esto es, una breve síntesis de mis experiencias durante los tres cursos
a los que he asistido en Dhamma Neru, la cede española de Vipassana
localizada en Santa Maria de Palautordera, Cataluña.
Se llevó a cabo durante el verano del 2000 y significó
toda una revolución en mi vida. Además de aprender las bases de la Vipassana
y comenzar a profundizar y practicar las enseñanzas de Gotama el Buda
-gracias a los divertidos y enriquecedores discursos de Goenka presentados
en vídeo cada noche-, obtuve muchísimas claves para mi crecimiento personal
debido a la combinación del silencio, la disciplina, la técnica y una
serie de sueños de una lucidez que jamás había experimentado.
Tuve oportunidad de ver mi mente al desnudo por primera
vez. Observé tanto su inestabilidad e indomesticación como su potencial
y su poder. Y aunque ya había avanzado bastante en identificar mis patrones
más arraigados de procuración de dolor, durante estos diez días los
vi en acción y logré concebir algunas tácticas para desactivarlos.
Fue un curso duro para mí porque además de experimentar
dolores físicos que mi tensión magnificó, observé varias cuestiones
que antes no había podido o no había querido ver. No obstante, salí
de allí profundamente transformada, radiante de felicidad y sumamente
agradecida, como prácticamente todos mis compañeros y compañeras de
curso, entre los cuales se contaban amas de casa, abogados, profesores,
ingenieros, empresarios, terapeutas, estudiantes jóvenes y algunos jubilados.
A este segundo curso que comenzó en otoño, fui como servidora.
Además de disfrutar el alivio y las satisfacciones que produce salir
de uno mismo para mirar por otros, logré solucionar algunas dudas sobre
la técnica que me ayudaron a establecerme más en la práctica cotidiana.
Asimismo, tuve oportunidad de apreciar el enorme esfuerzo que supone
mantener la infraestructura administrativa de esta impresionante organización
basada en la compasión, el servicio desinteresado y el deseo de compartir.
Estar en servicio durante un curso de Vipassana es estar
metido en un mosaico cultural cosmopolita con personas que comparten
la inquietud de pasar de la teoría a la práctica de una vida más en
acorde con el amor y las leyes de la naturaleza; personas que por sincronicidad
se reúnen para ayudarse mutuamente a identificar y a trabajar en sus
respectivos patrones conductuales. Es una experiencia altamente recomendable.
Se realizó en invierno, durante el fin del año pasado y
los primeros días del presente. Este
curso fue totalmente diferente que el primero, este no fue duro, por
el contrario, fue un gran gozo. Ahora, libre de la tensión que me produce
lo desconocido y mucho más relajada en mi empeño perfeccionista de hacer
bien las cosas, finalmente conseguí mirar con ecuanimidad y atención
la verdad acerca del dolor.
Gotama el Buda enseñaba que hay tres tipos de sabiduría:
suta maya pañña, la sabiduría recibida por medio de otros, ya
sea mediante la palabra hablada o escrita; cinta maya pañña,
la sabiduría intelectualizada que uno consigue por deducción o por aceptación
del conocimiento que uno lee o escucha; y bhavana maya pañña
que es la sabiduría experimentada por uno mismo. Las tres son importantes
y secuencialmente necesarias. En mi primer curso recibí e intelectualicé
la práctica del Vipassana y comencé a experimentarla tímidamente, mientras
que en este segundo, logré experimentarla con mayor plenitud.
Toda mi vida había tenido una intensa aversión por el dolor
físico y había estado huyendo de él, así es que durante mi primer curso
comencé por enfrentarme a él y por soportarlo con la mayor ecuanimidad
que me fue posible. No obstante, en este segundo curso, más que enfrentarlo,
logré verlo como el cúmulo de sensaciones que realmente es y comprobé
por mí misma que lo que dice el Buda es totalmente cierto.
Antes lo veía como una sensación concreta e intensamente
insoportable, que mi mente juzgaba tan indeseable que se apanicaba y
generaba sensaciones aún más desagradables ante las cuales reaccionaba
con desquiciada desesperación haciendo literalmente cualquier cosa para
detenerlas.
Al estabilizar mi mente y lograr la concentración y la
ecuanimidad necesarias para presenciar las sensaciones del dolor sin
reaccionar ante ellas, pude pasar por detrás de la cortina de mi miedo
para mirar directamente. Observé que en realidad el dolor está compuesto
de varias sensaciones diferentes que tienen un foco de intensidad mayor
a partir del cual esa intensidad va decreciendo hasta desvanecerse.
El núcleo más intenso está compuesto por sensaciones que me parecieron
tan frías como el contacto del agua más helada y tan pesadas como el
plomo. Sensaciones que, en conjunto, dan la impresión de coherencia;
y este cúmulo de sensaciones es atravesado de tanto en tanto por otros
conjuntos lineales de sensaciones pulsantes que atraviesan momentáneamente
diferentes zonas.
Logré observar estas diversas sensaciones en constante
cambio hasta que mi miedo a ellas se disolvió por completo y pasados
unos momentos de esa disolución, todo el bloque de sensaciones frías,
pesadas, coherentes y pulsantes, pareció estallar para dar paso a un
cúmulo de sensaciones hormigueantes que vibraban con gran intensidad
y rapidez, hasta que pasados unos momentos, también estas sensaciones
se desvanecieron por completo dejando el área momentáneamente libre
de cualquier sensación que mi mente pudiese percibir.
Y así comprobé experiencialmente la verdad acerca del dolor
y la impermanencia de las cosas. Comprobé que el miedo que la mente
le tenga al dolor es lo que extiende el periodo de su duración y lo
agudiza. Comprobé que una actitud mental relajada permite que uno se
rinda a observar con ecuanimidad el transcurrir de las cosas tal cual
son. Y a partir de esta sabiduría experiencial, desarrollé nueva sabiduría
intelectual extrapolando este conocimiento a mi forma de actuar frente
al dolor emocional, del cual mi actitud ante el dolor físico ha sido
un fiel reflejo. Ahora me toca aplicar este conocimiento en mi vida
cotidiana para seguir desarrollando más bhavana maya pañña.
Como consecuencia de mi deseo de compartir con los amigos,
conocidos y desconocidos, algo que me ha enriquecido tanto y en tan
distintos niveles, es que escribo estas líneas. Te invito a ti que estás
leyendo esto a que te des la oportunidad de experimentar un curso de
Vipassana por ti mismo. Aunque finalmente tu camino hacia la liberación
sea otro, siempre resulta provechoso explorar esta vía antes de decidir
en qué pozo vas a comprometerte a cavar para encontrar la Fuente.
Los cursos de Vipassana no se anuncian ni se promueven
de ninguna manera, toda la publicidad que reciben es de boca en boca,
de alguien que lo tomó a alguien en quien uno piensa que podría compartir
los mismos beneficios que uno ha recibido. Y así es como la matrícula
de inscripción de estos cursos ha ido creciendo exponencialmente en
todo el mundo, de tal suerte que en Santa Maria de Palautordera, por
ejemplo, hay que solicitar inscripción con varios meses de anticipación
para tener sitio en alguno de los cursos planeados para el año o tener
la suerte de llegar con la maleta hecha y la esperanza de poder sustituir
alguna cancelación de última hora.
No quiero terminar esta apología del Vipassana sin una
cita de William Hart, un profesor de esta técnica:
Cuando
uno conoce la felicidad verdadera, no importa lo que suceda, ya sea
dentro del microcosmos de la propia mente y el propio cuerpo, o en el
mundo exterior, uno es capaz de afrontarlo, no con tensión, no con deseo
o aversión reprimidos a duras penas, sino con completa soltura, con
una sonrisa que surja de lo más hondo de la mente. En ninguna situación
agradable o desagradable, querida o no querida, se tiene ansiedad, uno
se siente totalmente seguro, seguro en la comprensión de la impermanencia.
Esta es la mayor bendición.
Saber
que eres tu propio dueño, que nada puede afectarte, que puedes aceptar
con una sonrisa cualquier cosa que la vida te depare; éste es el equilibrio
perfecto de la mente, ésta es la verdadera liberación. Esto es lo que
se puede conseguir aquí y ahora con la práctica de la meditación Vipassana...
Enero
del 2001, Blanes, Girona
1 Kalapa
significa “unidad indivisible” en lengua pali, que era la lengua que
hablaba Gotama Siddatha el Buda.
2 Por
ejemplo el de Danah Zohar en sus libros El yo cuántico, “naturaleza
humana y conciencia definidas por la física moderna” (Plaza & Janes),
e Inteligencia Espiritual de próxima aparición.
3 Hart,
William: La Vipassana, el arte de la meditación budista, Edaf,
Madrid, 1994
Para saber más sobre el tema DFIR recomienda:
Responsables
de la web:
Difusión Fraternal de Información Relevante Última actualización: febrero del 2002 |
Diseño
y hosting de la
web cortesía de: |