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Es
cierto que la introducción de los psicofármacos ha significado un progreso
cualitativo en la psiquiatría; sin embargo, como para todo aquello accesible
al hombre, su uso ha llevado en ocasiones al abuso. Han existido, y
existen a la fecha, miles de pacientes que se encuentran bajo los efectos
de los psicofármacos por razones más sociales que médicas... No obstante,
el uso que se les dé a los psicofármacos puede escapar del control de
la conciencia o de la responsabilidad social -como en el caso de la
teoría de Einstein- sin que ello les reste validez.
Simón Brailowsky: Las
sustancias de los sueños: neuropsicofarmacología |
Si tomamos en cuenta la historia de la humanidad en
su conjunto, el concepto de enfermedad
mental resulta ser muy reciente. En la antigüedad
se pensaba en términos de maldición divina; durante algún tiempo se
habló de desequilibrio, luego de posesión demoníaca y más adelante de
alienación social. Dependiendo de la cultura y la época, lo que el condenado,
desequilibrado, poseído o alienado recibía por parte de su comunidad
era castigo, aislamiento, exorcismo o marginación. El estudio científico de las alteraciones conductuales
comenzó en el siglo V antes de Cristo, cuando Hipócrates las asoció
con desequilibrios de lo que diera en llamar "humores fundamentales":
sangre, flema, bilis amarilla y bilis negra. Para el médico griego las
alteraciones de estos humores provocaban: locura excitada, locura tranquila,
melancolía o histeria. La psiquiatría moderna también se basa en la
hipótesis central de los desequilibrios, aunque ya no de humores, sino
de neurotransmisores químicos. Bajo esta lógica, la carencia o sobreproducción
de neurotransmisores dentro del cerebro humano da pie al surgimiento
de las llamadas alteraciones mentales, básicamente divididas en psicosis
y neurosis. Con la notable excepción de la medicina persa que instituyó
toda una terapéutica especializada en el cuidado de estas afecciones,
hasta la segunda mitad del siglo XX no existía ningún tipo de enfoque
científico para tratar la enfermedad mental. A pesar de ello se utilizaban
ciertos psicoactivos como alcanfor, mandrágora
cicuta o vinos
a los que se añadían especias, junto con métodos que invariablemente
generan algún grado de violencia física tales como el cautiverio, los
baños con agua helada, el semiahogamiento, las crisis provocadas por
electroshocks o las terribles lobotomías. Lo que podía ver quien se aventurase a cruzar las puertas
de un manicomio era realmente aterrador: algunos aullaban atormentados
en camisas de fuerza o amarrados a su camas mediante sábanas, correas
e incluso cadenas; mientras otros yacían en un silencio sepulcral abandonados
a su suerte en los agobiantes laberintos de sus propios pensamientos. La historia oficial de la psiquiatría cuenta
que hacia 1955 las cosas cambiarían drásticamente gracias a la introducción
de nuevas drogas que, aunque no curan las llamadas enfermedades mentales,
logran calmar la violencia y aliviar los ataques de ansiedad o angustia.
A partir de entonces los psiquiatras han recetado fármacos principalmente
para tratar las psicosis y los cuadros de ansiedad. Esta última se define
como una angustia o un desasosiego que incluye agitación, inquietud,
zozobra o estrés; molestias cuyo origen resulta indefinido puesto que
carecen de una fuente u origen externo que justifique su aparición.
Por su parte, las psicosis
se describen como trastornos severos de la conducta que se manifiestan
por desconexión de la realidad o defectos severos en la percepción de
la misma, incapacidad para pensar coherentemente, inconciencia o falta
de reconocimiento de estas anormalidades y en ocasiones, delirios y
alucinaciones. Las psicosis pueden dividirse en orgánicas y funcionales.
Las psicosis
orgánicas están asociadas a estados tóxicos, problemas metabólicos
o enfermedades neurológicas. Este tipo de psicosis no se consideran
propiamente como enfermedades sino como síntomas asociados a diversas
condiciones. Las psicosis
funcionales sí se consideran como enfermedades mentales y se
subdividen en:
A medida que los psiquiatras fueron avanzando en sus investigaciones, miles de enfermos abandonaron los hospitales y miles más que antes habrían tenido que permanecer cautivos en un espacio reducido, pudieron ser tratados como pacientes "externos" capaces de incorporarse a la vida familiar desarrollando tareas productivas... Aunque como asegura el Dr. Brailowsky, no todo es bello, pues su uso ha llevado en muchas ocasiones al abuso. Para Thomas Szasz, autor de ensayos tan polémicos como El mito de la enfermedad mental, La fabricación de la locura y Nuestro derecho a las drogas, la enfermedad mental no existe.
Debido a estas reglas -para algunos no muy claras, para otros arbitrarias- el empleo y en ocasiones el abuso de fármacos para tratar alteraciones de la conducta, les ha ocasionado una mala reputación. No son pocos quienes consideran que los psiquiatras administran sus drogas como medida disciplinaria, como castigo para reprimir la rebeldía, como camisas de fuerza químicas, como formas de "dormir" los problemas sin resolverlos o para "lavar el cerebro" de los inconformes. No
obstante, independientemente de los parámetros con que se fijen los
límites entre lo que puede ser considerado sanidad o insanidad mental,
hay algo que resulta innegable: el sufrimiento que aqueja a personas
cuyas conductas atípicas los han hecho objeto de automarginación o segregación
social. Es por ello que en este capítulo trataremos los principales
fármacos que emplea la psiquiatría actual para intentar palear dicho
sufrimiento: los antipsicóticos
o neurolépticos, los antidepresivos
y el litio. Así
mismo, nos ocuparemos de los ansiolíticos
o sedantes hipnóticos, psicofármacos que como demuestran
sus altísimas ventas, nuestra sociedad considera indispensables para
calmar la angustia y combatir el insomnio entre personas ya sea plena
o parcialmente incorporadas a la dinámica social.
2. Astigarraga, Montserrat: "¿Estás deprimido? Puede ser falta de litio", Portal UniversoEhttp://www.universoe.com/salud/articulo/nutricion/01_litio.shtml 3. Brailowski, Simón: Las
sustancias de los sueños: neuropsicofarmacología, FCE-CONACYT, México,
1995 5. Callaway, J.C.: "Farmacología de la ayahuasca",
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la experiencia psicodélica, Ed. En Neurociencias, España, 1996. 6. Colín Piana, Ricardo: Depresión:
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