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El freak de la anfeta era un héroe cultural, el último vaquero temerario… condenado a desaparecer sin remisión. Le envolvía un aire de muerte. Un buen hábito de mezedrina es el gran premio electromotriz del uso suicida de las drogas: inyectada, la amfetamina te pone a galopar las entrañas y te sube a las nubes. Es el desafío final a la capacidad de resistencia, es morir con las botas puestas a la americana, los órganos vitales bombean al límite, las sinapsis se incendian: pasas la línea roja. En la casa de los muertos de la química moderna, en que los barbitúricos son la cámara de gas, la amfetamina es la silla eléctrica: una descarga electromagnética de alto voltaje y las luces vacilan. Se funden los plomos. |
El legendario médico
chino Li-Shi-Chang, reunió en el Pen Tsao unas 365 hierbas catalogadas
como magníficas, medianas o inferiores. Entre las magníficas se encontraba
el arbusto ma-huang (Ephedra vulgaris)
recomendado para tratar las enfermedades pulmonares. En 1926, otro chino,
K. Chen, logró aislar de ese arbusto la efedrina, actualmente indicada
contra el asma y otras enfermedades alérgicas. El estudio de las propiedades
de la efedrina conduciría poco después al descubrimiento de las aminas
estimulantes: la mezedrina o amfetamina,
la metamfetamina
y los llamados sucedáneos o derivados
anfetamínicos: metilfenidato y fenmetracina,
entre otros. Estos fármacos también
se conocen como psicoanalépticos o simpaticomiméticos debido a que su
acción es similar a la de la adrenalina, esto es, semejan los efectos
de las estimulación natural del sistema nervioso simpático. Inicialmente
se utilizaron en forma de inhaladores que se ofrecían como descongestionantes
nasales y como estimulantes respiratorios. Las angustiadas tropas de
la Segunda Guerra Mundial contribuyeron a la expansión de su uso como
simples euforizantes. Posteriormente, tras la vuelta de la paz, hallaron
cabida entre deportistas en busca de hazañas, estudiantes en tiempos
de exámenes, profesionistas estresados y trabajadores sujetos a labores
repetitivas o extenuantes como los conductores de trenes y camiones. En los años cincuenta,
cuando se supo que el uso prolongado en dosis muy elevadas estaba asociado
con la aparición de psicosis tóxicas, esto es, disturbios mentales muy
similares a la esquizofrenia paranoide, Japón sugirió oficialmente al
Comité de Expertos de la OMS que estas sustancias se clasificaran en
la Lista I, por lo menos junto con la cocaína; aunque en realidad querían
abrir una nueva categoría de "fármacos más peligrosos que la heroína".
Las dos memorias fueron recibidas y archivadas. Estados Unidos no apoyaba
la iniciativa destinada a convertirlas en drogas sometidas a fiscalización
internacional. Según Antonio Escohotado, esto puede entenderse considerando
que eran productos sintéticos exportados a países subdesarrollados.
La producción anual norteamericana para uso interno alcanza en 1966
la respetable cifra de 8,000 millones de píldoras, lo cual supone más
de quinientas toneladas sólo en ese año (5), mientras que según reporta
Robert Sabbag, para 1970 se fabricaba ya 10,000 millones de pastillas
para el mismo mercado (11). Este autor sostiene también, y con justa
razón, que los beneficios que obtuvieron las empresas farmacéuticas
por la venta de amfetaminas y los porcentajes percibidos por la Asociación
Médica Norteamericana por la publicidad de estas drogas en las publicaciones
médicas, explican la gran influencia que tiene la industria entre los
legisladores, entre los funcionarios de la Food and Drug Administration
y entre los propios médicos, muchos de los cuales ganaban dinero por
cada receta de amfetamina que extendían. Debido a la presión
internacional y a la aparición de "casos de psicosis anfetamínicas
dentro del territorio nacional", los Estados Unidos cambiarían
de opinión en 1974 y las colocarían dentro de la Lista II para permitir
su venta con receta médica; hecho que por supuesto ocasionó el inmediato
auge de la manufactura ilícita de millones de dosis, por lo general
adulteradas con sustancias insolubles que dificultan su administración
intravenosa y han ocasionado la muerte de varios consumidores.
1. Brailowsky,
Simón: Las sustancias de los sueños:
Neuropsicofarmacología. FCE-CONACYT, México,
1995. 2. Brau, Jean Louis: Historia
de las drogas, Bruguera, España, 1973. 3. Diccionario de Especialidades Farmacéuticas, Edición 17, PLM, México, 1970 4. Diccionario de Especialidades Farmacéuticas, Edición 40, PLM, México, 1994 5. Escohotado, Antonio: Historia
General de las Drogas, Tomo II, Alianza, España, 1995. 6. Facts about
anphetamine, Alcoholism
and Drug Addiction Reserch Foundation, Toronto Canada, 1991. 7. Fármacos de abuso, Información Farmacológica
y manejo de intoxicaciones, Centro
Mexicano de Estudios en Farmacodependencia, México, s/f. 8. Goodman
Gilman, Alfred et all: Goodman y Gilman. Las bases
farmacológicas de la terapéutica, 8va.
edición, Panamericana, Argentina, 1991. 9. Incardi, James A. La
guerra contra las drogas, Grupo Editor Latinoamericano, Argentina,
1993. 10. Katzung, Bertam: Farmacología
básica y clínica, Manual Moderno, México, 1987. 11. Sabbag, Robert: Ciego
de nieve, Compactos Anagrama, España, 1990. 12. Schroeder, Richard: El
mundo de las drogas: mito y realidad sobre el abuso, Edamex, México,
1990. 13. Speedlord:
Disorganized crime : guidelines and rules
for survival Message-ID: 085305Z18061995anon,penet.fi 14. Newsgroups:
alt.drugs,alt.drugs.chemistry From: an219881anon.penet.fi Date :
Sun, 18 Jun 1995 Subject: Speedlor and Methology : Parts I &
II. 15.
La psiquiatría traiciona y droga a nuestros hijos, folleto publicado por el Comité Ciudadano en Defensa
de los Derechos Humanos, Los Ángeles, California, USA, 1999.
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